ENTREVISTA Ricardo Gómez. Noviembre 2019

El dulce olor del diablo es un libro que pueden leer lectores adultos pero también jóvenes. ¿Qué debe contener una novela crossover para que sea atractiva para lectores jóvenes pero también para adultos?

Por definición, o mejor como clasificación, la crossover es la literatura que busca nexos comunes entre adultos y adolescentes. Hay rasgos que son característicos de toda la literatura: la pasión, la emoción, la capacidad de hablar del ser humano a través de los hechos reales, la fábula o el símbolo. Y hay otros que pueden ser específicos, quizá basados en el desafío: que un o una adolescente considere cierto libro como una forma de reflexionar sobre la complejidad del mundo adulto sin pacaterías, ocultamientos ni ambigüedades.

Dado que la familia es el primer referente en cuanto a aprendizaje, ¿crees que es interesante este tipo de novelas para crear un nexo de unión familiar y fomentar el amor por la lectura?

Podría serlo, pero ese nexo de unión familiar y de fomento de la lectura deberían venir de antes. Las familias deberían acompañar temprano a una niña o a un niño a leer e interpretar libros infantiles complejos como Voces en el parque o Donde viven los monstruos. Yo creo que los libros crossover tienen otro papel: contribuyen a romper la barrera absurda de las edades en la literatura. Muchas obras de Twain, de Poe, de Stevenson, de Zweig, de Cortázar, de Rosa Montero, de Gaarder, de Mankell… no tienen edad, fueron crossover sin saberlo ni los autores ni los editores.

Dices de Irene Amador que su perspicaz y feminista mirada te ha acompañado en el apasionante proceso de la preparación del libro. ¿Qué ha aportado al libro que lo ha enriquecido?

Yo quise escribir un libro sobre una muchacha que se convierte en mujer de la noche a la mañana, que a través de un episodio violento comienza a descubrir el mundo que le rodea, y en especial la relación de una mujer con el mundo masculino y masculinizado. Pero a la hora de escribir esta historia no olvido que soy un hombre, no una mujer. He tenido la suerte de que Irene Amador fuera mi editora. Ella especialmente (también otras lectoras perspicaces) me han ayudado a ajustar mi mirada, a afianzarme en algunos aciertos y a evitar errores de percepción. Podríamos decir que me han ayudado a construir mi visión femenina del mundo, y espero que eso se refleje en el libro.

Está claro que leemos por placer y que los libros nos ayudan a hacer crecer nuestro espíritu crítico. ¿Por qué crees que es importante esa mirada feminista de la que hablas?

Voy a poner un ejemplo, aunque hay muchos. Desde hace siglos hemos leído La Ilíada como una historia de guerreros machos, de héroes masculinos; así fue concebida por un autor-varón y en una sociedad guerrera-patriarcal. Hace poco apareció El silencio de las mujeres, escrito por una mujer, que trata de recrear el papel de las mujeres en la guerra de Troya, más allá de lo que sabemos de Briseida y de Helena. ¡Eso es indispensable! Necesitamos cambiar los modelos y paradigmas que nos han acompañado y lastrado desde hace generaciones. Lo precisamos los hombres, y también las mujeres. A mí me gustaría que Madame Bovary la reescribiera una mujer (pongamos Emma Rouault) y la titulara algo así como Por qué he confiado en la literatura romántica y cómo he acabado aburriéndome de mi marido. Creo que me interesaría más que la versión de Flaubert.