Un poco después llegaron Carlo Frabetti y Ricardo Gómez, y reflexionamos con ellos acerca de Alicia y de su biblioteca, acerca de la “literatura de frontera”, y de la literatura infantil y juvenil y con ellos dos conformamos en nuestras cabezas y en nuestros corazones un mundo nuevo, algo muy parecido a lo que los niños de diez o doce años hacen cuando cogen un libro y el encuentro con ellos fue natural como el agua, tierno como una barra de pan sacada del horno de la vida. (“Mono Azul”, editora).

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Estimado Ricardo, Soy Jabo de Mono Azul editora. En breve voy a tener el gusto de conocerte porque nos veremos en la I Feria del Libro del Aljarafe, en cuya gestión estoy. Estoy ahora mismo preparando un suplemento de literatura infantil y juvenil para el Correo de Andalucía y quisiera poder hacerte una entrevista para el suplemento que sale el sábado que viene. Me encantaría que animaras con tus respuestas el esqueleto de mis preguntas.

1-¿Qué es para usted la literatura infantil?

Alguien dijo que la literatura infantil es la que también pueden leer los más jóvenes. No se me ocurre una definición mejorable.

2-Libros como la Isla del tesoro, que con el tiempo se han hecho molde de lo que tiene que ser un libro para jóvenes, ¿por qué son ambivalentes?, quiero decir, ¿por qué son recomendados tanto para adultos como para jóvenes?

Un buen libro de literatura infantil tiene la condición de despertar también la fascinación de lectores adultos, aunque los planos de lectura sean diferentes. Si la lectura de un libro “se agota” a los nueve años, tendremos algo susceptible de ser leído a esta edad, pero quizá no auténtica literatura. La isla del tesoro tiene la cualidad de ofrecer personajes verosímiles, una historia atractiva y un estilo impecable. Las mismas condiciones que debe cumplir la buena literatura a cualquier edad.

3-En la actualidad se habla de padres sobreprotectores o padres “quitanieves”, progenitores que no solo abren el camino de los pequeños, sino que eliminan cualquier dificultad para que crezcan sin sobresaltos. ¿Ocurre algo parecido entre los autores de literatura infantil y juvenil para con sus jóvenes lectores en estos momentos?

A veces se insiste mucho en la literatura como fuente de entretenimiento, y este es un posible objetivo de la lectura, pero no el único. Hay padres, editores y autores que olvidan que una de las funciones de la literatura ha sido servir de revulsivo personal y social, y esto es aplicable a los cuentos tradicionales y a las tragedias griegas, al teatro de Shakespeare y las novelas románticas. Un libro tiene que inquietar, proporcionar una mirada distinta y representar un desafío. En este mundo de falsa corrección política se intenta preservar a los niños de ciertos temas y hacer para ellos una literatura blandita y sin consecuencias. Incluso en los aspectos estéticos o estilísticos, la literatura debe ir más allá de lo convenido socialmente.

4-¿Cuándo se empezó a inventar el género literatura infantil y juvenil? ¿Tiene esto que ver con la creación de nuevos consumidores a edades tempranas?

Siempre ha habido literatura infantil, cuentos exóticos o historias locales adaptadas para niños y jóvenes que se han contado al calor del fuego. La literatura específica para niños surge cuando el niño comienza a reconocérsele entidad como persona, allá por el siglo XIX, pero ha sido en el XX cuando se ha producido una eclosión de libros de este tipo porque, es evidente, niños y jóvenes son potenciales consumidores. Hay otros fenómenos aún por estudiar, relacionados con el alargamiento de la adolescencia, las modas de ciertos géneros o la influencia del cine y la televisión, que propician la publicación de libros infantiles y juveniles y el énfasis publicitario, sobre todo, en cierto tipo de libros.

5-¿Un niño de diez años puede leer la metamorfosis, o se tiene que contentar con leer un libro de su edad?

Todos los libros infantiles deben conmover a un lector adulto, pero el enunciado recíproco no es cierto por razones de madurez, interés o formación estética. La metamorfosis quizá no pueda ser leído por un niño de diez años, pero sí por algunos de quince. Hay muchos libros profundos para jóvenes de edades tempranas, adecuadas a su progreso lector, con tesis similares a la de Kafka, que hablan de la incomprensión, la soledad o la inadaptación, y ahí están El libro triste, El árbol rojo o La cosa perdida, por poner algunos ejemplos. No es una cuestión de conformidad sino de progresión. Y tampoco hay que tener prisa; el mundo literario es vastísimo y hay tiempo para ir descubriéndolo. Mi primera lectura de Moby Dick, a los quince años, no tuvo nada que ver con la que hice pasados los treinta o con la de hace cuatro o cinco.

6-¿Quién marca los niveles de lectura, las editoriales, los lectores tempranos o tienen que ser los padres? ¿Con los prescriptores actuales, los niños pierden o ganan?

Una cosa es la escritura y otra distinta es la prescripción de la lectura. El autor siempre piensa en un destinatario, que no siempre coincide con el que luego señalan editores, profesores o padres. Una de mis batallas con las editoriales es que desparezcan las indicaciones de edad en los libros que yo considero “de frontera”, porque pueden ser leídos por niños, jóvenes y adultos. La pregunta es difícil de responder porque no existe una categoría “prescriptor” que abarque todas las posibilidades. Los hay estimulantes y los hay castradores; los hay conservadores y otros que plantean continuos retos. Con esta perspectiva, algunos niños ganan y mucho; otros, por desgracia, se estancan o se pierden para siempre como lectores.

7-¿La literatura a qué edad empieza a hacer daño, y a qué edad salva? Si entendemos la literatura como generadora de heridas o propiciadora de salvaciones. ¿La literatura también es otra cosa?

Si la literatura tiene ese poder salvífico, liberador o dañino que se le atribuye, yo diría que muy temprano, tan pronto como los niños escuchan sus primeros cuentos o ven sus primeras películas. La literatura es una propuesta estética pero también una manera de contemplar el mundo y de poder vivirlo a través de personajes que arrojan otra mirada sobre la realidad o que abren mundos de fantasía.

8-Los escritores cuyas obras están destinadas al público infantil y juvenil son considerados como escritores de segunda división, ¿Cuándo se acabará con este tópico y con este prejuicio?

El prejuicio tiene que ver con el propio mundo infantil o juvenil, que es para la sociedad el de una segunda categoría de personas. Hay muchas voces interesadas que denigran el mundo adolescente, por ejemplo, atribuyéndole cualidades negativas: caprichoso, egoísta, consumidor, insolidario… cuando hay una enorme cantidad de jóvenes que se salva de estos tópicos. Por otro lado, hay mucha ignorancia, incluso en el mundo de los profesores de literatura, que no se acercan a ciertos libros por puro prejuicio academicista. Yo les desafío a que lean, por ejemplo, el Premio Nacional de LIJ de 2008, Lo único que queda es el amor, de Agustín Fernández Paz. ¡A ver si se atreven a decir que esa literatura es para niños y de escasa calidad!

9-La ingenuidad, la debilidad, la delicadeza, la bondad por la bondad, son elementos que llenan los libros infantiles y juveniles, y los niños se pirran cuando leen historias de monstruos o vampiros, ¿Estaremos alimentando la imaginación de niños irreales con esa banalización de temas aparentemente inocuos?

De nuevo, otro tópico: que los libros para niños estén repletos de personajes blanditos e historias insulsas. Bruno Bettelheim ya analizó los cuentos clásicos y el papel que tienen brujas, princesas y ogros; la literatura para niños tiene un papel a la hora de conjurar miedos y de introducir al mundo adulto. Antes, vampiros y monstruos jugaban un papel real en el imaginario colectivo, cuando se dudaba de su existencia. Ahora que los niños saben que los vampiros no existen, la sociedad no se preocupa porque lean o no historias de este tipo. Pero los monstruos han sido sustituidos por otros personajes e historias, que se consideran una amenaza para la moral o que suponen una iniciación demasiado temprana al mundo adulto. Los censores de entonces han sido sustituidos por otros, pero no han desaparecido.

10-En estos momentos distintos escritores están abordando temas candentes de la realidad en sus novelas para lectores jóvenes. ¿Qué posibilidades abre esta veta temática frente a la fantasy harry potter?

La literatura siempre ha tratado sobre la realidad, aunque sea metafóricamente. Hace tiempo, los piratas del Índico aparecían solo en las novelas de Salgari; hoy los tenemos en televisión y la OTAN tiene destacados buques de guerra en esa zona. El mundo se ha encogido tanto y se ha mezclado de tal manera que lo que antes parecía exótico hoy resulta trivial. Cualquiera puede tener un vecino hindú, un cartero marroquí, un camarero ecuatoriano, un dentista argentino o incluso una hija de origen chino. ¿Cómo no se va a hablar en la literatura de una realidad mestiza y de los conflictos que ello conlleva? No tengo muy claro si esta literatura se opone a la llamada fantasy, pero estoy convencido de que hay quien prefiere que vivamos en un mundo de fantasía y de espaldas a las raíces de los problemas relacionados con la crisis económica, el machismo o la devastación cultural y filosófica que pretende imponer cierta ideología. En realidad, no hay literatura neutra, pero este es un tema de mucha enjundia que desborda los límites de esta entrevista.

11. Recomiéndanos un libro que te fascinó en tu primera juventud.

Tú has mencionado La Isla del Tesoro y yo Moby Dick. Esos dos libros marcaron mi afición y mi gusto por la lectura, pero también otros muchos otros, como los Cuentos de Poe, el Viaje a la Luna de Verne, o Los Viajes de Gulliver de Swift, cada uno en cierta época de mi vida. Por otra parte, yo fui un lector temprano de Kafka, de Borges, de Greene, de Cortázar… Pero mucho antes de todo esto me fascinaban las aventuras de El capitán Trueno. Una larga y variada lista.