(Esta foto de Hamida, el protagonista de “El cazador de estrellas” fue un regalo navideño de Inés González , estudiante de Bellas Artes y futura fotógrafa.

A veces, la gente que te quiere te hace regalos así… )

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EPÍLOGO, por Óscar Fontán

Pasaron pocos días desde la despedida de Jamida y, por fin, Bachir consiguió, bajo la atenta mirada de Fiuna, escribirle una corta y simple misiva. Al mediodía, Ageila acudía a la jaima para supervisar sus series de ejercicios con la caña, y le ayudaba a levantarse y lo llevaba de la mano por el patio.

Un día llegó una carta muy esperada por Bachir, un regalo que Jamida le había prometido la última noche que había estado en el campamento, un mapa celeste. Cuando Bachir lo desplegó y observó millones de puntos blancos con sus diminutos nombres al lado, una nota se cayó como una hoja seca cae en el otoño, hasta posarse suavemente en la manta.

Decía:

“Querido Bachir: Te regalo este mapa porque sé que te fascinan las estrellas. Conozco tu obsesión por ellas porque cuando era pequeño (una vez fui pequeño, aunque te cueste creerlo), mi padre me las mostraba y sentía la misma fascinación que tú ahora. Un saludo. Jamida.”

Bachir terminó de leer con esfuerzo, pues había aprendido recientemente y le surgió una duda: ¿Cómo pudo Jamida escribir la carta…?

A partir de esa noche entrenaba con la caña, se levantaba, cogía un cobertor, lo extendía en la arena, desplegaba el mapa y, allí sentado, comparaba el mapa con el cielo estrellado que veía, hasta aprenderse los nombres y las posiciones de las estrellas.