En su ejemplar de Aritmética, de Diofanto, Perre Fermat escribió que era imposible dividir un cubo en suma de dos cubos o un bicuadrado en la suma de dos bicuadrados. A continuación afirma que ha descubierto la confirmación de esta prueba pero que el margen donde escribe es demasiado angosto para contenerla. Esta enunciación, conocido también como el último teorema de Fermat o teorema de Fermar-Wiles, para diferenciarlo del pequeño teorema, es uno de los grandes problemas de la historia de las matemáticas, de las que soy un ignorante absoluto pero de los que me siento capaz de intuir su belleza. A Ricardo Gómez, escritor y profesor de matemáticas, este teorema parece que le viene que ni hecho al caso, como si referirse a él supusiera en cierta forma estar ligado al destino de escritor y matemático.

Tal es la fascinación artística del problema matemático que nos ocupa. De ahí que esta novela se despliegue como una obsesión tan brutal e intensa que es capaz de determinar la vida de Patricio Virseda. A este no le cuadra que Andrew Wiles, en un artículo de menos de cien páginas publicado en 1995, demostrara este misterio tan bello y tan preciso, y desecha esta demostración para inquirir en otra.

El que el autor haya conseguido escribir una narración apasionante inscrita dentro del género del thriller en un país sordo al canto de sirenas de las ciencias no es poco mérito, pero que, además, la novela se convierta en un homenaje oculto a la historia de las matemáticas sin que la trama se resienta revela maestría en las formas. Cantor, Galois… desde luego Wiles, la obsesión de Virseda por la deuda contraída con los grandes maestros de la matemática que le conduce a la locura, transcurre en un mundo en que el espacio y el tiempo parecen haber sido suspendidos.

Sin embargo, la trama es frenética. De esta tensión tan bien llevada, tan equilibrada en sus partes, surge la fascinación de esta novela de la que no me duelen prendas afirmar que su autor ha introducido un poco de aire fresco en un género de previsibles tramas y resultados mediocres. Al fin y al cabo, este teorema sigue rompiendo moldes.