Se trata de una historia fantástica, que ocurre en escenarios reales. Bruno, el protagonista, es un niño normal que vive en una ciudad cuyas calles pueden recorrerse con facilidad. Lo que diferencia Bruno de otros niños es su afición por descubrir cosas diferentes en sus trayectos cotidianos, que se toma como un trabajo casi detectivesco.
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Con estas claves podemos entender el descubrimiento de una casa misteriosa, que aparece en una calle de su ciudad. Cuando entra en la casa se mira en el espejo y empiezan los problemas: allí encuentra un libro (Alicia en el país de las Maravillas) y se lo lleva a su casa. Regresa otra vez y se duerme. Cuando vuelve a su casa descubre que ha sido suplantado por un doble. Ese doble vive en su casa, va al colegio, está con sus amigos y amigas…
La angustia es tal que Bruno tiene que huir y vivir como un vagabundo. Incluso tiene que mentir para poder comer. Sólo le queda la casa misteriosa para vivir. En medio de esa situación desesperada encuentra la ayuda en un personaje con referencias literarias: Viento, una chica de tez negra.
Un manuscrito en clave le permitirá resolver el asunto. La solución está en el espejo de la entrada de la casa, que solo refleja algunas cosas, y comprueban que Bruno se está quedando borroso. La solución consiste en atraer al doble de Bruno, llevarle ante el espejo y liberar a los dos, que al final serán uno solo.
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El interés por el libro está garantizado para los jóvenes lectores que se inician en la lectura de obras fantásticas. Y les aporta una cierta calidad literaria, sin recurrir a los tópicos del cine para jóvenes. El autor sabe mantener la tensión hasta el final, sin que el desenlace resulte artificioso. Maneja con habilidad las situaciones fantásticas y las de aventuras (el manuscrito en clave).
Está inspirado en la Alicia de Carroll y de hecho uno de los personajes evoca su nombre y el espejo también sirve de puente entre la realidad y el mundo de la fantasía.Claro que de su biografía puede saberse que es profesor de matemáticas (como Lewis Carroll) y autor de libros que le han valido premios (Juan Rulfo de relato en 1996, Ignacio Aldecoa de relatos en 1997 y 1998 y Premio Nacional de Poesía Pedro Iglesias Caballero de 1999)
(P.S.)