Nota de prensa

Ricardo Gómez (Segovia, 1954) ha sido el ganador de la 28ª edición del Premio de Literatura Infantil El Barco de Vapor con Ojo de Nube, obra elegida entre las 486 que optaban al galardón por ser “un canto a la naturaleza y a la superación personal, escrito con un lenguaje muy cuidado y un estilo claro y sereno, que nos trasmite el legado vivo de un mundo que ya no existe”, según rezaba el acta del jurado.

La novela se desarrolla en el seno de la tribu india norteamericana de los crow, donde se produce un nuevo nacimiento. El recién nacido es especial, al nacer no emite sonido alguno. No parece quejarse y sus primeros días dentro del tipi discurren con normalidad. Sin embargo, será en el momento en el que abra sus ojos por primera vez cuando todos queden sorprendidos: el niño ha nacido ciego. De esta manera, tal y como marcan las costumbres de la tribu, el recién bautizado como Ojo de Nube queda relegado a un segundo plano.

Toda la vida de la tribu transcurre en singular armonía con la naturaleza, desde el respeto más ancestral y profundo. Pero un buen día, los malacosa, los tramperos y colonizadores irrumpen en su entorno. Será Ojo de Nube quien consiga retrasar una situación que pasará a la Historia como inevitable.

El jurado del premio El Barco de Vapor estuvo compuesto por el escritor Gustavo Martín Garzo; el Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, Pedro Núñez Morgades; la Consejera de Cultura de Castilla La Mancha, Blanca Calvo; y dos representantes de Ediciones SM, el Director de Publicaciones Generales y la responsable de Narrativa 6-18 años.

El fallo y entrega del Premio tuvo lugar el pasado día 1 de marzo, en una gala presidida por los Príncipes de Asturias, que hicieron entrega de los galardones de la Fundación SM en la Real Casa de Correos, sede de la Comunidad de Madrid. Al acto también acudieron la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, el secretario de Estado de Universidades e investigación, Salvador Ordóñez, el director General del Libro, Archivos y Bibliotecas, Rogelio Blanco, y el consejero de Educación de la Comunidad de Madrid, Luis Peral, entre otras personalidades del mundo cultural y educativo.


Entrevista

“Cuando comencé a leer sobre las tradiciones y costumbres de las antiguas tribus indias me encontré con un mundo fascinante, lleno de leyendas, ritos y símbolos”.

A un niño que quiere ser escritor “le diría que escriba por el puro placer de escribir, sin más pretensiones; y que conciba la escritura y la lectura como un proceso de lento y gozoso aprendizaje”.

“El Barco de Vapor es uno de los premios literarios más prestigiados, y el mejor dotado económicamente del mundo en literatura infantil y juvenil. Conseguirlo significa que a uno le regalan tiempo para escribir sin prisas”.

“Cuando he escrito para niños y jóvenes, como cuando lo he hecho para adultos, he imaginado historias que me habría gustado leer en diferentes épocas de mi vida”.

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- ¿Cómo se define Ricardo Gómez?

¡Pues sí que empezamos difícil…! Yo diría simplemente que soy una persona. Pero supongo que no es muy original esta respuesta, ¿no? Como todos, tengo mi mundo personal, mi mundo profesional, mis sueños, mis frustraciones, mis neuras y mis pequeños y grandes placeres. Entre estos últimos está la literatura.

- ¿Por qué decidió escribir una historia como Ojo de nube?

Este libro, como algún otro que he escrito, constituye una especie de “ajuste de cuentas” con aventuras que leí en mi infancia o con películas que vi de joven. El mundo de los indios norteamericanos es algo que nos han vendido desde hace mucho, y casi siempre desde una perspectiva única y simplista, aunque nada inocente. Me pareció interesante tratar de imaginar qué sentirían los indios la primera vez que vieran en sus praderas a hombres blancos montados a caballo, que era un animal que ellos entonces desconocían. Cuando comencé a leer sobre las tradiciones y costumbres de las antiguas tribus indias me encontré con un mundo fascinante, lleno de leyendas, ritos y símbolos, que contrastaba con la idea de los salvajes que nos transmitían en los tebeos o que veíamos en los westerns. Traté de imaginar de qué forma chocaría su visión del mundo con la de los colonos que invadían sus tierras y cuáles serían sus temores y esperanzas.

- ¿Qué destacaría de esta novela?

Quizá su intemporalidad. Esta novela se puede situar en un espacio y un tiempo determinados, pero no se habla de ellos de una forma deliberada. A lo largo de la historia se han producido cientos, miles de roces o choques de civilizaciones, y aquí se trata de describir uno de tantos. Pueblos con distintos hábitos, con diferentes concepciones de la naturaleza, entraron en contacto sin comprenderse y, en ocasiones, algunos desaparecieron de la faz de la tierra sin apenas dejar huellas. Por otro lado, desde el principio me enamoré del protagonista de la historia, un niño ciego que percibe el mundo de una forma distinta de sus mayores y que es capaz de cambiarlo.

- ¿Qué le diría a un niño que quiere ser escritor?

Que escriba, que lea, que imagine… Que no se rinda, que sea tenaz… Pero, sobre todo, le diría que escriba por el puro placer de escribir, sin más pretensiones; y que conciba la escritura y la lectura como un proceso de lento y gozoso aprendizaje. Que pruebe con poemas, diarios, pequeños cuentos… Conozco a chicos y chicas que a sus trece o catorce años intentan escribir una gran novela y que en la mayoría de los casos se sienten frustrados porque no llegan a conseguirlo, y dejan la escritura. Por desgracia, vivimos en un mundo en el que cada cosa que se hace debe tener una utilidad y, además, uno debe alcanzar el éxito, y si es posible muy rápido. Los procesos son lentos y merece la pena disfrutarlos.

- ¿Por qué decidió presentar esta obra al premio El Barco de Vapor?

Acabé el libro las vísperas de que se cerrara el plazo de admisión y quise probar, antes de presentarlo a ningún editor. Por otro lado, tenía una espinita clavada porque el año pasado quedé finalista con otra obra. No hay que olvidar que El Barco de Vapor es uno de los premios literarios más prestigiados, y el mejor dotado económicamente del mundo en literatura infantil y juvenil. Conseguirlo significa que a uno le regalan tiempo para escribir sin prisas.

- ¿Qué supone para usted este galardón?

Un libro no mejora por haber recibido un premio, pero recibe un espaldarazo antes de llegar a los lectores. A estos se les dice: “Aquí tienes un libro que un jurado ha considerado bueno, te invitamos a que lo leas…” En el ámbito personal, para el autor es un orgullo y una satisfacción, pero también supone un cierto miedo por el temor a defraudar, aunque yo estoy convencido de que una obra no tiene por qué gustar a todo el mundo. Profesionalmente, es un acicate para seguir escribiendo, y para hacerlo cada vez mejor; espero que lograr este premio no signifique haber alcanzado la cima de ninguna carrera, sino el inicio de un camino que deseo sea largo.

- Una reflexión sobre la literatura infantil…

Es difícil hacerlo brevemente. Cuando he escrito para niños y jóvenes, como cuando lo he hecho para adultos, he imaginado historias que me habría gustado leer en diferentes épocas de mi vida. Creo que hay muchos tópicos respecto de lo que les gusta leer a los niños y adolescentes y, por supuesto, hay una enorme ignorancia, deliberada, del mundo de los adultos sobre el mundo infantil. Y además hay una excesiva simplificación. Solemos tratar a los niños como si todos pensaran y sintieran lo mismo; solemos hablar de libros como si todos contuvieran literatura.

Por fortuna, hay muchos lectores distintos y muchos libros diferentes entre los que elegir; eso exige respetar gustos personales y, por supuesto, aprender a diferenciar el grano de la paja. Pero es exactamente lo mismo que ocurre con la literatura adulta. Los adultos, algunos escritores incluidos, consideran por otra parte la LIJ como un subgénero literario, porque alguna vez que se han acercado a este mundo confiesan que han tenido que impostar la mirada o la voz… Cuando escribo para jóvenes trato de ser tan exigente como cuando lo hago para mayores. Lo mismo hago cuando leo. Y en este territorio te encuentras con paisajes aburridos y con otros sublimes. Por otro lado, la invisibilidad de la literatura infantil tiene sus ventajas; cierto anonimato es una vacuna contra la excesiva vanidad.