La literatura es sobre todo sorpresa. Y cifra de una tragedia que se entrelaza con días de gozo. La literatura es imagen de un amor que es oleaje y corazón y bruma. Olas que azotan el alma. Horas que sacuden los días. Literatura que es paisaje y esa perspectiva nuclear que es la vida. La vida. La realidad. La historia de alguien, de algo. Trama que el tiempo olvida y que puede que sólo sea literatura. Somos vida y somos literatura. Somos la ficción de unos años, de unos sueños, de graves dudas. Somos nostalgia vestida de rutina. Somos luz que habita en la noche. Somos alma que anhela la certeza, que busca la inspiración y el sentido. Somos hombres que quieren ser amados, que desean ser uno con lo amado. Somos amor que respira más amor, que vive de lo que ama. Porque sólo muere el que no ama.

Mujer mirando al mar, de Ricardo Gómez (editorial SM) es un libro que sorprende, que emociona. Yo no sé si es sólo ficción o es vida. No sé si el largo poema que encuentra el escritor-narrador un día cualquiera en el Rastro es sólo una excusa textual o es algo que pasó, algo real. En apenas 128 páginas se demuestra que la literatura, al igual que la vida, es sobre todo intensidad, drama; elegía del amor que nos constituye a todos, y que nos transforma. Nuestra novela tiene varios estratos. Está el autor que busca, que indaga para escribir. Busca un tema. Y encuentra ese largo poema de Elena. Y el autor nos cuenta la obsesión por ese poema, por saber lo que verdaderamente sucedió. Quiere encontrar pistas, los hechos empíricos que constaten la realidad de esos versos. Viaja, fotografía, habla con la gente, toma notas… ¿Qué quedó después de todo?

Otro nivel: al no encontrar apenas resquicio de una supuesta realidad que sucedió en la Galicia de la inmediata postguerra el autor se decide a escribir lo que él imagina: esa historia de amor entre Elena y Pablo, y la odisea de Elena, su desencanto. El lector está dentro del proceso de escritura. Asiste al suspense de la vida que no deja casi rastro. Sólo esos viejos papeles donde está escrito el poema (un poema que cautiva por igual al narrador y al lector). Sí, el suspense de la vida y la intriga literaria. Es un libro abierto. Ricardo Gómez hace una interpretación, pero ¿quién nos dice que no sucedió de otra manera? ¿Quién escribió de verdad este poema? ¿O es todo una ficción del propio escritor?

Lo que pasó, pasó. Si es que pasó. Pero no importa tener todos los datos, ni tener la absoluta certeza de todo lo que ocurrió. El autor nos quiere poner ante la tesitura de la grandeza y fuerza de lo que se imagina o sueña. La literatura puede ser mucho más convincente y real que la misma realidad. En el centro de toda la historia un poema. En el centro de nuestra existencia la poesía, que nos redime y nos otorga la verdad. Esa pedagogía de los sentimientos más desnudos y sinceros. El amor de Pablo y Elena está ahí, en esas estrofas que toca a cada lector interpretar, saberse de memoria, para quizá un poco más tarde escribir su propia versión de la vida, de su drama, de su pasión.

Un gran libro. Todo un elogio de la literatura.