Vaya por delante que el libro que tenemos entre manos nos mete de lleno en lo que podríamos considerar la literatura adulta, es decir, una novela corta que aborda una trama de amor e intriga desde los distintos puntos de vista que nos confieren los discursos paralelos de los dos personajes principales, en dos épocas alejadas en el tiempo.

Todo comienza con el viejo recurso del manuscrito encontrado que tanto juego ha dado desde ‘El Quijote’ en adelante. El narrador, un escritor curioso a la caza de una buena historia, merodea por los puestos del Rastro hasta tropezar con una vieja carpeta que contiene un manojo de desgastadas cuartillas escritas a máquina. A golpe de codiciosa intuición decide pagar la desorbitada cifra que le exige el chamarilero, pero pronto se sentirá satisfecho al constatar que:“Casi al final de la lectura el argumento me estalló en la cara: una mujer confiesa haber asesinado a su marido, de quien está profundamente enamorada, y es juzgada por ello.”

La imaginación del narrador se desata tratando de dilucidar este viejo y misterioso suceso fechado en tiempos de la posguerra española, y poco a poco, nos convertimos en testigos de cómo se va gestando una novela.Elena, la joven enamorada, relata en verso y con un tono poético el inicio de sus amores adolescentes con Pablo, que soportan con solidez las continuas habladurías del pueblo. Sabemos de su posterior matrimonio y de la colaboración del joven esposo con la resistencia, así como de su caída en un episodio de contrabando. Todo ello rodeado de una atmósfera ambigua que nos anima a intuir unos acontecimientos dominados por la incertidumbre. El final abrupto del poema hace pensar que la mujer ha preferido sacrificar la vida del esposo herido, antes que abandonarlo a una muerte ignominiosa en manos del ejército rival y sin embargo, cuesta creer que la protagonista haya sido capaz de consumar tales hechos.

Las páginas mecanografiadas con los poemas de Elena se van dosificando a lo largo del libro hasta lograr que el propio lector se convierta en cómplice activo, obligado a interpretar estos mensajes imprecisos al mismo nivel que el personaje del escritor. A su vez éste, nos transmite todos sus escrúpulos por adueñarse de una historia que no le pertenece, las dificultades que implica el reconstruir los amores de los jóvenes sin caer en el sentimentalismo y cómo, para aportar nuevos datos, debe emprender un viaje hacia los remotos pueblos de Galicia en los que presupone ha vivido esta triste mujer que, tras la desaparición del marido, pasa las horas mirando al mar como si buscara un horizonte de vida después de tanto sufrimiento.

La tensión dramática se va graduando y consigue mantenerse hasta el final del libro, cuando descubrimos la definitiva versión del escritor en su reconstrucción del relato y ante todo, se nos resuelve el misterio de esa abandonada carpeta que contiene los agitados amores entre Elena y Pablo. Una novela francamente entretenida, bien escrita y estructurada, que maneja a la perfección esa delgada línea que separa la realidad de la ficción, y que logra concentrar toda nuestra atención hasta sus últimas páginas.