RICARDO GÓMEZ en Cantabria

Con el Equipo Peonza

La semana que viene visita nuestra región el escritor Ricardo Gómez (Segovia, 1954) Profesor de Matemáticas durante mucho tiempo, Ricardo Gómez abandonó el mundo de la enseñanza para dedicarse a la literatura. Comenzó escribiendo para adultos, obteniendo en este ámbito los primeros premios de su carrera literaria. Publicó luego algunos libros de divulgación científica; y pasó enseguida a escribir libros destinados a los niños y a los jóvenes, con los que ha obtenido ya alrededor de una docena de prestigiosos galardones y, lo que es más importante, el favor de los lectores. Ricardo Gómez realizará encuentros con escolares de infantil y primaria en el colegio Fuente Salín de Pesués, Valle de Reocín de La Veguilla, Pintor Escudero de Torrelavega, Gerardo Diego de Los Corrales de Buelna, Castroverde y Colegio nº 27 en Santander. Así mismo, celebrará encuentros con lectores en las bibliotecas públicas de Polanco, Mazcuerras y Los Corrales de Buelna. En la siguiente entrevista profundizamos en el conocimiento de su trabajo a través de sus palabras.

¿Cómo te surge la idea de escribir un libro sobre un asunto determinado?

Un libro tiene un largo proceso de maduración, antes de escribir una sola línea. Supongo que la idea germinal, lo que se puede llamar “el deseo inspirador”, surge en un instante preciso, del que se podría dar lugar, fecha y hora, pero esa pequeña llama hay que avivarla durante semanas e incluso meses. Tengo cuentos o novelas de las que sé en qué momento surgieron: en un viaje, al escuchar una noticia, al sentirme retado por otro autor, por un cuadro, una música o un personaje literario… De otras historias no podría hablar de un momento concreto, sino de amalgamas de impresiones y deseos que ponen en marcha un motor de búsqueda.

¿Qué proceso sigues a la hora de elaborar el esqueleto de una novela?

Creo que mis novelas se desarrollan alrededor de personajes, lo que puede parecer una trivialidad, pero es que creo que a mí me interesa más el protagonista, sus relaciones con los demás y el mundo y la época en que vive, que la trama en sí misma. El argumento de mis historias se desenvuelve a partir de lo que sienten, piensan o quieren mis protagonistas, y el escenario que construyo para ellos al comienzo es mínimo, aunque cuando me siento a escribir ya están poblados de detalles. El período de maduración de una novela tiene que ver con este encarnamiento de los personajes, hasta que son humanos y pueden tomar decisiones por sí mismos. Al escribir, yo les observo, les acompaño en el camino, ando un poco por detrás de sus pasos.

En Cuentos crudos, Diario en un campo de barro, Como la piel del caimán y en tantos otros libros, los problemas del mundo actual –la guerra, los refugiados, la drogas, el racismo- son una constante. ¿De qué manera y en qué medida lo que acontece a tu alrededor afecta a tu escritura?

¿Cómo no me va a afectar vivir en el mundo en que vivimos? Como muchos humanos de este planeta, a veces siento rabia y asco al escuchar ciertas noticias, y creo que escribir sobre ciertos temas es una forma de sublimar y canalizar mi ira. Por otro lado, creo que los medios de comunicación dan voz a personas deleznables que todos podríamos citar, mientras que otras, héroes anónimos que en ocasiones he tenido el privilegio de conocer, pasan desapercibidas. Me atraen, y en ocasiones me atrapan y obsesionan. Me complace hacerlas visibles. Si no escribiera sobre esos temas haría violencia sobre mí mismo, así que no puedo ni quiero evitarlo.

Tu interés y compromiso con el Sáhara ha quedado plasmado en tus libros y en iniciativas que van más allá de las palabras.

La literatura, como el arte en general, nunca ha sido neutral. Basta con ver el tipo de libros infantiles y juveniles que se pueden publicar hoy en el mundo anglosajón, o la bazofia literaria o cinematográfica que se impulsa desde ciertos ámbitos. Desde hace décadas hay intención de borrar del mapa a pensadores o filósofos que puedan criticar el sistema, y se ha logrado con una eficacia devastadora, a la vista está. No es casual que hoy la hipercomunicación conviva con el micropensamiento. El escritor, como un ciudadano más, puede aceptar el mundo en que vive o criticarlo, someterse o rebelarse, resignarse o intentar cambiarlo al menos en una ínfima porción. Cada uno elige. Tú mencionas el tema del Sáhara, un asunto tan sangrante que no puedo por menos que aprovechar cualquier ocasión para denunciar esa situación injusta mantenida durante cuarenta y pico años. Pero, claro, es preferible no hablar de esos asuntos por mor de lo políticamente correcto, la pureza literaria y ese prurito de a los jóvenes hay que preservarlos de ciertas ideas, cuando la ideología nos envuelve a todos desde la cuna hasta la tumba. Es preferible que consuman a que piensen.

Mujer mirando al mar, premio Gran Angular 2010, es una historia de amor que nos lleva a los tiempos de la Guerra Civil y a las heridas que dejó abiertas la dictadura. ¿Qué queda por hacer en lo que se refiere a la memoria histórica y a la necesidad de esclarecer el pasado?

En mi opinión, queda casi todo por hacer. Parece mentira que después de siete décadas, cuando ya ni se piden responsabilidades penales, parte de la sociedad siga resistiéndose a dar una satisfacción a las víctimas de aquella locura, de tantos crímenes. De ambos bandos, en principio y por supuesto, pero sobre todo de quienes extendieron durante lustros la venganza, el odio y el rencor.

Con frecuencia visitas centros escolares y mantienes encuentros con tus lectores. ¿Qué balance haces de estos encuentros?

Conservo muy gratos recuerdos de mi trabajo como profesor, así que supongo que los encuentros son una forma de paliar esa pérdida y de compensar la soledad de la escritura. Al cabo de este tiempo me alegra ver que hay muchos y muy buenos lectores, y magníficos docentes que contagian su pasión por la lectura. También me agrada comprobar que los adolescentes no responden al cliché que suele aparecer en series o películas. En conjunto, son más críticos, generosos y cultos que la generación que les precedió, y es una verdadera tragedia que la sociedad actual les dé tan pocas esperanzas de futuro. De eso somos culpables exclusivamente los adultos, y lo pagaremos caro.