Estoy en un aeropuerto. Dos personas se sientan a mi lado. Las dos se levantan al cabo del rato y dejan un periódico. Leo las fechas de las cabeceras. Uno de ellos dice: «14 de Nissan de 5765». Otro: «12 de Safar de 1425». Miro el mío: «13 de marzo de 2004». ¿Qué está pasando? Nada. Como soy una persona lista, sé que el primer periódico es judío, el segundo es de un país árabe y el mío, claro, es occidental.
Aunque nos parezca sorprendente, en el mundo conviven muchos calendarios. Algunos dicen que cerca de cuarenta, pero solo tres o cuatro son utilizados por más del 90% de la población. En los países que los utilizan les parece normal decir que un niño nació en 5760, por ejemplo.
¿Qué es un calendario?
Un calendario es un sistema para contar el tiempo. Nosotros llevamos la cuenta de los años: 2004, 2005, 2006 … Pero es evidente que el mundo tiene muchos más años. Es innecesario explicar que nuestro calendario comienza el año 1 porque se considera que es la fecha en que nació Jesucristo. Por eso, las fechas históricas a veces se expresan como 200 a. de C. o como 475 d. de C. Aunque es evidente que Julio César, por ejemplo, no diría «nací el año 73 a. de C.»
¿Cómo se expresaban los años antes de nacer Cristo? ¿Y cómo llevan la cuenta los judíos, los árabes, los chinos … ?
Imaginemos que hemos naufragado en una isla desierta, como robinsones, y que no tenemos a mano ningún calendario, ni reloj. ¿Cómo llevaremos la cuenta del tiempo? Lo más lógico es contar los días. Cada amanecer o cada puesta de sol indica que ha transcurrido un día, que es una unidad de tiempo válida para tiempos cortos. Pero pasada una temporada, hartos de hacer marcas en un árbol sin que nadie venga a rescatarnos, comenzaremos a fijamos en la Luna. Cada vez que la veamos llena diremos que ha transcurrido un mes lunar desde la última luna llena anterior. Y comprobaremos que ese mes lunar equivale a 29,5 días.
Acostumbrados a tener doce meses al año, cuando hayan transcurrido doce meses lunares tendremos un año lunar. Pero si se hacen cálculos, se verá que un año lunar equivale exactamente a 29,5×12 = 354 días; es decir, es once días más corto que un año solar, que tiene 365 días. Al cabo del año, esta diferencia apenas parece tener importancia, pero si tenemos la desgracia de pasar diez años en la isla, la diferencia será de 110 días; es decir, casi cuatro meses. Si seguimos celebrando nuestro cumpleaños, que antes de naufragar festejábamos en primavera, al cabo de esos diez años tendremos que celebrado en pleno invierno.
Alguien dirá que lo ideal no es observar la Luna, sino el Sol, y tiene razón, pero es más difícil recordar la posición exacta del Sol en el cielo, de un año para otro, que mirar cuándo la Luna está llena.
Por esa razón, los primeros calendarios eran lunares; luego se hicieron lunisolares; mucho más adelante, fueron solares, como el que nosotros utilizamos.
¿Cuándo empezó a utilizarse el calendario?
En realidad, un pueblo cazador puede arreglárselas, más o menos, con un calendario lunar. Le da lo mismo el paso de las estaciones. Pero una civilización que vive de la agricultura no tiene suficiente con ese calendario, porque al cabo de varios años lunares se encontrará con que si planta el tercer mes del año, ahora será primavera, mientras que con el paso del tiempo será invierno. Necesitará sumar días al calendario lunar para saber cuál es exactamente la época de la siembra.
Los pueblos antiguos construyeron gigantescos observatorios astronómicos para conocer con exactitud la duración de un año solar. Las montañas de Machu Picchu, en Perú; los círculos de Stonehenge, al suroeste de Inglaterra; los zigurats de Babilonia o las pirámides de Egipto son monumentos desde los que se observaba el Sol.Gracias a ellos, los astrónomos antiguos pudieron medir con precisión la diferencia entre el año lunar y el año solar e hicieron calendarios muy precisos.
Los babilonios, por ejemplo, tenían un calendario de doce meses lunares de 30 días cada uno y cada cierto tiempo intercalaban meses extra para mantener el calendario ajustado con las estaciones. Si sus meses se nombraban Nisanu, Tashritu, Ayaru, Aramsamna … , de vez en cuando, el año estaba formado por Nisanu 1, Nisanu II, Tashritu … Este calendario era lunisolar, porque lo ajustaban a las estaciones del año.Los egipcios adoptaron un calendario solar. Establecieron el año de 365 días, dividido en doce meses de 30 días, más cinco días extra al final de cada año. En el año 238 a. de C., el rey Tolomeo III ordenó que se añadiera un día extra cada cuatro años, con lo que fue el inventor de los años bisiestos.
Los griegos también tenían un calendario lunisolar, con un año de 354 días, y repartían los días extra en diferentes meses, para ajustar la duración exacta de las estaciones, aproximadamente como lo hacemos nosotros.
Los romanos tenían un calendario complicado, de diez meses en años de 304 días, con un año que comenzaba en marzo. Si se hace la cuenta, su mes décimo era diciembre, el noveno era noviembre… Eso es exactamente lo que significa diciembre: ‘décimo mes’. Hoy, diciembre es nuestro mes duodécimo, debido a que los romanos intercalaron dos meses, enero (que significa en latín ‘la puerta del año’) y febrero, para llegar a los doce que hoy tenemos. Hasta llegar a esa decisión, los romanos añadían uno o dos meses cuando les convenía, lo cual daba lugar a abusos. Un gobernador, por ejemplo, podía añadir un mes más para prolongar su mandato o retrasar unas elecciones.
Del calendario juliano al gregoriano
El calendario que ha llegado a nuestros días es el romano, ajustado por Julio César en el año 45 a. de C. Estableció que el calendario sería solar, con un año bisiesto cada cuatro años de 365 días. Además, ordenó que el mes del año que hasta entonces se llamaba quintilis, pasara a llamarse julius … en honor a él mismo. Años después, el emperador Augusto mandó cambiar el nombre de sextilis por el de augustis. Nuestros julio y agosto tienen que ver con esos emperadores modestos.
Este calendario juliano estuvo vigente hasta 1582, cuando el papa Gregario XIII encargó un estudio a los astrónomos, al ver que había pequeños desajustes en las estaciones; tales desajustes eran debidos a que Julio César no había tenido en cuenta que su año era once minutos y catorce segundos más largo que el año real. Dieciséis siglos más tarde, se notaba el adelanto. Por eso, Gregorio XIII ordenó eliminar diez días y decretó que los años acabados en 00 no fueran bisiestos, salvo los que fueran múltiplos de 400. Así, por ejemplo, 2000 fue bisiesto, pero 2100 no lo será, a pesar de ser múltiplo de
- A este calendario se le llamó gregoriano y es el que utilizamos actualmente.
Como se ve, se necesitaron casi mil seiscientos años para llegar a un calendario como el que hoy tenemos. Pese a ser bastante ajustado, no es del todo exacto, porque este calendario produce un desajuste cada tres mil doscientos años. Esta reforma gregoriana, que parece tan conveniente, fue utilizada entonces solo por los países católicos. En Gran Bretaña no se aceptó hasta 1752. Japón la adoptó en 1863, y Rusia no lo hizo hasta 1918.
Otros calendarios
De todos los calendarios antiguos, el maya fue el más preciso. Los astrónomos mayas hicieron cálculos de la duración del año solar y lo establecieron en 365 días, cinco horas, cincuenta y cinco minutos; solo seis minutos distinto del año oficial que nosotros tenemos. Llevaban una contabilidad del tiempo muy complicada, que les permitía expresar la edad de una persona en años, en meses o en días, para la cual tuvieron que utilizar el cero. Los mayas utilizaban el cero novecientos años antes de que los árabes lo trajeran a Europa. Era una cultura peculiar: no llegaron a utilizar la rueda, pero fueron los primeros en emplear la cifra cero en sus cálculos.
Una vez establecido un calendario, hay que decidir desde cuándo empieza a contar; es decir, cuál es el año 1. Para los mayas, el mundo fue creado el 13 de agosto de 3113 a. de c., así que de ahí arrancaron sus fechas. Siguiendo el cómputo maya, actualmente estaríamos, aproximadamente, en 5118.
Los chinos, que actualmente utilizan un calendario lunisolar, tienen una forma muy complicada de medir el tiempo. Antiguamente, cada emperador, al subir al trono, decidía cómo iba a ser su calendario, lo que ha originado verdaderos problemas a los historiadores.
En algunos casos, su primer año es el 2698 a. de C. En otros, su sistema de fechas hacía referencia al comienzo del reinado de cada emperador. La combinación de un calendario lunar y otro solar hace que su año nuevo comience en una fecha variable, entre el 21 de enero y el 21 de febrero.
La religión judía, basándose en el estudio de la Biblia, calculó que el mundo fue creado el año 3761 a. de c., lo que explica que, según sus cómputos, actualmente estemos, más o menos, en 5766.
Los judíos mantienen también un calendario lunisolar, basándose en meses de 29 y 30 días, e intercalan un mes extra cada tres años basándose en ciclos de diecinueve años.
El calendario cristiano y el musulmán
Nuestro calendario comienza el año en que nació Cristo porque, en la religión cristiana, la venida al mundo de Jesús era el acontecimiento más importante de la humanidad. Pero eso no fue así hasta el año 526 de nuestra era, cuando el papa Juan 1 encargó a un sabio eclesiástico llamado Dionisio el Exiguo el cálculo de la fecha del nacimiento de Cristo. Hasta entonces, se contaba desde el año de la fundación de Roma. Dionisio, basándose en la. historia de los papas, estableció el año 1 y propuso que se comenzara a contar la fecha desde entonces. Hoy sabemos que se equivocó en los cálculos y que, curiosamente, Cristo debió de nacer ¡hacia el año 4 a. de C.! Así que, en teoría, deberíamos sumar cuatro años a la fecha actual.
Los musulmanes, para quienes su acontecimiento más importante es la huida de su profeta Mahoma desde La Meca a Medina, hacia el año 622 de nuestra era, comienzan a contar desde esta fecha.
Pero como mantienen un calendario lunar, en el que treinta y tres años musulmanes equivalen a treinta y dos de los nuestros, para calcular su fecha exacta no basta restar seiscientos veintidós años a los nuestros.
Fechas de comienzo del año
Las fechas de comienzo del año son también muy variadas. En nuestro caso, se inicia el 1 de enero de cada año solar, pero esto tampoco es así en todas las culturas.
La determinación de la fecha del nacimiento de Cristo, el 25 de diciembre, también es una convención. Se adoptó por meras razones religiosas. Según la tradición judía, un niño no forma parte de la comunidad hasta que no es circuncidado’, el octavo día después de su nacimiento, de modo que Jesús fue ciudadano el día 1 de enero del año 1, por lo que debería haber nacido ocho días antes: el 25 de diciembre.
Como se observa, algo tan inocente en apariencia como una fecha pone de manifiesto que el mundo no se rige solo por las normas occidentales, sino que conviven multitud de usos y costumbres. Para liar más las cosas, los ciudadanos del hemisferio norte celebramos la Navidad asociada a la nieve y al frío, mientras los del hemisferio sur buscan los bañadores y se preparan para sus vacaciones de verano.
Pero, claro, esta es otra historia …