Esta versión en rústica de Cuentos crudos comprende los siete relatos contenidos en la preciosa edición ilustrada por Juan Ramón Alonso y añade otros dos: El cuento de Navidad de Julito Fierro y Columbita y Tantalita. Los dos completan esa mirada sobre el “mundo crudo”, en el que hay narraciones que están situadas en el Sáhara, en Bagdad, en Camboya y en otros lugares que podrían identificarse como Centroáfrica, América, Europa, el fondo del mar y un remoto pasado.
En mis encuentros suelen preguntarme por el origen o el propósito de ciertos cuentos y me resulta un ejercicio de evocación curioso recordar como surgieron, de cara a invitar a los oyentes a escribir, convencido de que un cuento o una novela pueden brotar de pequeñas impresiones cotidianas. Aunque suelo decir que no creo en la inspiración, pero sí en el hallazgo como resultado de la búsqueda, cada cuento está basado en una pequeña semilla y, desde luego, tiene un propósito: el de imaginar la posible vida de los protagonistas, el “yo” escondido en el corazón de mis personajes.
Así, por ejemplo:
El perro de Goya en Beirut surge hace algunos años, cuando la ciudad libanesa estaba siendo bombardeada por enésima vez en su historia. Por aquel entonces, alguien me propuso escribir un cuento sobre un cuadro del Museo del Prado, que luego debería contarse en ”La Casa Encendida” de Madrid, y me envió varias imágenes. Una de ellas era la de El perro semihundido de Goya, un cuadro que siempre me ha fascinado por su modernidad y misterio. Ese perro de mirada asustada, sobre ese fondo misterioso, se solapó con las noticias que hablaban de la martirizada Beirut, e imaginé que el animal podría vagabundear entre las ruinas de la ciudad. Ese perro, y otros como él, se convierten así en el contrapunto humanizado de los humanos salvajes que atacan a ciegas con sus misiles.
Me suelen preguntar en ocasiones por qué en estos cuentos utilizo a veces animales. Dejando aparte que literariamente hombres y bichos hemos compartido protagonismo en muchas historias, en ocasiones la elección de tal o cual animal tiene un significado simbólico o en ocasiones muy real. El perro de mi cuento me recordaba el papel de los perros (de los exactamente 26 perros) en el cómic El vals de Bachir. Pero las cabras del cuento saharaui son reales; las cabras son testigos de todo cuanto sucede allí: merodean en el exterior de las jaimas, asoman la cabeza por las entradas, comparten espacio y casi conversación con los humanos; se alimentan de papel y no se descarta que al rumiar un libro de Kant, por ejemplo, acaben por convertirse en animales ilustrados. El cocodrilo es el símbolo de aquello que acaba por devorarnos, y que en ocasiones adquiere el inocente aspecto de un teléfono móvil, un coche o una tele de plasma…
La ofrenda del señor Man surge de modo casi similar, pero esta vez de una de las fotografías de la exposición Vidas minadas del admirado Gervasio Sánchez. En aquel recorrido de hace muchos años (todavía no sé si por la propia exposición o por el libro), me sobrecogieron muchas de sus fotografías, pero sobre todo una de un chico, llamado Shockeum Man, que aparecía en el hospital acompañado por su padre. Y traté de imaginar cuál sería su vida muchos años después, cuando el horror del hospital quedase atrás y ese chico se convirtiera en un hombre, con su familia y sus hijos. La literatura en ocasiones está hermanada con la realidad y la sobrepasa. Hace pocos meses me enteré de que el auténtico Shockeum Man acompañó a Gervasio Sánchez en un acto literario; por desgracia, la noticia no me llegó a tiempo y no pude asistir a él, pero me enteré de que ese muchacho, ya efectivamente un hombre, tiene al menos un hijo… Imagino que me habría emocionado verlo.
A la izquierda aparece la foto de Sockeum Man que vi hace tantos años, y que reproduzco aquí espero que con el permiso implícito de Gervasio. Hay quien dice en ocasiones que la literatura es áspera, pero lo es mucho más la realidad. Para compensar, abajo se ve la foto de ese chico ya crecido, en 2007, con su mujer y su hijo. Me parece una preciosa metáfora sobre la vida y sobre los Cuentos crudos, que hablan precisamente de personajes con vida y con esperanza pese a la aspereza cotidiana.
El cuento de navidad de Julito Fierro parte, como digo, de una conversación con Augusta Cornejo, una peruana que en Miami, tomando unas chelas nos contó una historia similar a Agustín Fernández Paz y a mí. Me cautivó aquella narración sobre su asalto real por parte de un delincuente de poca monta, todavía no sé si por el hecho en sí o la forma en como Augusta lo contó, de modo que me quedé con la historia. Yo llevaba además un tiempo tratando de escribir un cuento navideño al estilo del de Paul Auster en el Cuento de Navidad de Augie Wren, y la imaginación y el deseo hicieron el resto…
Columbita y Tantalita es, como señalan los lectores, el cuento más extraño y oscuro, y debo reconocer que sí tienen razón. A quienes lo van a leer les recomiendo que utilicen por ejemplo la Wikipedia para buscar “columbita” y “tantalita”. Esos dos nombres son indisociables: columbita lleva a tantalita, y viceversa, y los dos están asociados al nombre por el que se conoce el col-tán. El coltán es un mineral que, en ínfimas proporciones, está contenido en nuestros móviles y tabletas, y es esencial en la fabricación de satélites. Las guerras del coltán que tienen lugar en Centroáfrica desde la segunda mitad del siglo XX se calcula que han causado cerca de un millón de muertos, y la explotación del mineral se desarrolla en unas condiciones laborales espeluznantes. Sin embargo, nadie habla de esa guerra oscura, porque están en juego los intereses de muchas multinacionales y de países enteros. Yo quería hablar del coltán en ese cuento, pero de una forma elíptica, como resultado de mitológicos combates del Bien contra el Mal, con esa lucha de minerales que emergen del interior de la tierra para causar la muerte y la destrucción.
Al leer El fantasma del Capitán Cook, los lectores suelen preguntarme de qué Presidente hablo. Aquí hago un guiño. ¿De verdad nadie conoce a un Presidente (ya ex) de un país actual que merecería purgar sus pecados durante mil años en la oscuridad del fondo del mar? Hay varios para elegir, así que cualquiera puede buscarle nombre.